CAMINANDO POR EL LADO SALVAJE
Briana María Macovei
Cada día cuando me levanto,
me alzo con un agradable sonido,
que es la brisa de un relajante río.
Al abrir los ojos, veo un camino,
que se llevó toda mi atención,
entonces decidí seguirlo.
Comencé a caminar y caminar,
rumbo a un lugar sin final,
que cada vez me atraía más.
A medida que caminaba,
me daba cuenta de que más me gustaba,
¡pues era el paraíso!
Mas esa agradable sensación,
como cualquier otra historia,
tenía un final.
Entonces, había de elegir entre dos rutas:
Una que aparentaba ser relajante, placentera, ¡gloriosa!
y corta, como la vida de una mariposa.
Por otra lado, había un camino muy duro,
duro como el corazón de un oso,
y largo, como todos los mares del planeta juntos.
Ésta se sentía muy tentada por el primero,
pues era bonito, magnífico y fácil,
no duro, largo y laborioso.
De repente, apareció una imagen en su mente,
era su madre, bella como un ángel,
recitando: “después del trabajo duro, siempre hay una recompensa”.
Al momento de escuchar esa misteriosa frase,
tan bonita como una nota de música,
su madre la despertó de un largo sueño.
Al final, los que eligieron el primer camino,
se quemaron en las llamas de esa pasión,
y los que eligieron el otro,
recibieron la más bella recompensa, la vida, la mejor inversión.