Biografía

(Andrés) Amalio García Gran, nace el 6 de junio de 1957 en las inmediaciones del Paseo Chapí.

Hijo primogénito del segundo matrimonio de Alejandro García con María Gran, con la que tuvo tres hijos: Amalio, Alejandro y Mari Ángeles. Del matrimonio anterior, Amalio tiene dos hermanas más.

Esta familia regentó el conocido bar “Alejandro” situado en una de las esquinas del Paseo Chapí, frente al teatro del mismo nombre, desde los años sesenta hasta su cierre acontecido el 31 de marzo de 2012. “El Alejandro”, como popularmente se le conoció hasta su último día, fue uno de los establecimientos hosteleros más populares de la población. Mientras fue gobernado por el matrimonio García-Gran tuvieron mucha fama las tapas que allí se servían. También era muy conocido porque durante bastantes años, fue el sitio de reunión de los trabajadores de las dos estaciones del ferrocarril (RENFE y FEVE) que se encontraban muy cerca de este establecimiento.

Amalio Gran es educado inicialmente en el colegio de “Las Carmelitas” de Villena, pasando posteriormente a estudiar la educación primaria en el Colegio Salesiano, donde cursa también hasta sexto de bachillerato, pasando posteriormente al Instituto ”Hermanos Amorós” en el que no llega a finalizar sus estudios de COU.

La repentina muerte del cabeza de familia tiene como consecuencia que sea su esposa María quien tome las riendas del negocio familiar, ayudada por sus hijos : Amalio, Alejandro y Mari Ángeles. El bar es el único sustento de la familia y Amalio deja sus estudios para ponerse al frente del establecimiento junto con su madre y hermanos.

Defensor a ultranza de la educación no formal, el abandono de los estudios no impide que el futuro poeta siga adelante en su afán de formarse, por medio de un proceso de autocultivo personal que se prolongará durante toda su vida.

El hecho de que Amalio y sus hermanos se encuentren trabajando en “El Alejandro”, produce un cambio en la clientela de este bar, pronto pasará a convertirse en el lugar de encuentro de toda una generación. Por allí empiezan a descansar sus almas los estudiantes del instituto que cuando acaban las clases, recalan en aquel bar del paseo para encontrarse con los amigos y saciar su sed, tanto física, como ideológica y espiritual. Son los años que discurren entre la muerte de Franco y los primeros años de la Transición. Durante esta época “El Alejandro” fragua su identidad como icono de la cultura, más independiente que alternativa, de la ciudad. Es el lugar de encuentro de la generación “Barra-K”.  Por allí acuden “Sarri”, “Chispes”, Juan “El Muerto”,Tomás Navarro, Paco Lacasa, Tom, Pepe “Cabezas”, Pablo Lau, “Escoin”, Jerónimo Lucas,  Dióscoro Torres, Carlos Zapater y muchos otros y otras que van configurando una importante renovación en la vida cultural de la ciudad. En “El Alejandro” surgen numerosos proyectos y propuestas artísticas y culturales -de las que la mayoría de ellas no verán nunca la luz- que van alimentando la vida cultural de la ciudad.

A esta generación se irán sumando otras que renovarán la clientela día a día, tal y como se vivía en aquel bar: momento a momento. Aunque los fieles a “La Escuela Alejandrina” -que es como se refiere Miche cuando habla de la academia donde aprendió a pintar- siempre permanecieron allí hasta el día de su cierre. Una clausura celebrada al más puro estilo del establecimiento: con un memorable concierto de Dióscoro y Juan Carlos, al que se sumó Pascual Pérez.

Aunque no se sabe a ciencia cierta cuando empieza Amalio a escribir poesía, es bastante probable que sea durante estos primeros años cuando,  estimulado por la contagiosa atmósfera creativa que se respiraba en su generación, se decidiera a poner sobre el papel lo que siempre le rondaba por la cabeza. Lector casi enfermizo desde la infancia, tanto de tebeos y comics, como de novela rusa, poesía de la generación beat y de todo lo que cayera por sus manos. Acumulaba con la fiebre del coleccionista de joyas, una vasta biblioteca de comics, género del que podría considerársele un auténtico especialista. Pero también lo era de novela, de ensayo literario y sobre todo de poesía.

Las horas muertas del bar, las aprovechaba Amalio para generar su espacio de aislamiento en la propia barra del establecimiento. Apoyado sobre los codos, ligeramente inclinado hacia adelante y disfrutando de los rayos del sol que los grandes cristales del bar dejaban pasar, Amalio leía y leía. Así lo encontraban muchas veces los parroquianos: absorto en sus mundos literarios.

Sus primeros versos publicados, de los que se tiene conocimiento, ven la luz a finales de los setenta en dos fanzines nacidos en la ciudad de Alicante “Instantáneo” y “Mediterrania” . En estas revistas de carácter contracultural participa junto a Carlos Zapater que en compañía de  Antonio de Fez, y algunos más, dieron vida a estas publicaciones. Como buen amante de la cultura espontánea y libertaria, el mundo de los fanzines tenía un gran atractivo para Amalio. En Villena, también junto a Carlos Zapater, y formando grupo con Pascual Pérez, editaron “El Barco Ebrio”, un fanzine que tuvo una vida de tres números entre 2005 y 2006.

Sus versos aparecen también en la desaparecida revista de poesía Aljibe, que  iniciaron Jerónimo Lucas y Pedro Villar. En Aljibe Amalio publica en tres de los cuatro números aparecidos, entre 1982 y 1985.También podemos encontrar algunos poemas suyos en la revista “Al Tarik” publicada con motivo de la Semana del Libro en los años 1986 y 1987.

Implicado y relacionado como estaba  con buena parte de los artistas plásticos de la ciudad, sus creaciones literarias aparecen también en algunos catálogos e impresos de las exposiciones de Sarri, Isidro Gosálbez, Pablo Lau, etc.

Resulta evidente que Amalio Gran no escribía para publicar, como bien se ha podido comprobar por el cuantioso material encontrado es su casa tras su muerte. Amalio escribía para seguir viviendo, la poesía era una necesidad en la que trabajaba día a día, sin necesidad alguna de compartirla con los demás.

Además de una gran cultura literaria, Amalio Gran era poseedor de considerable bagaje musical, su colección de música era inmensa, pero su conocimiento de los movimientos musicales desde los años sesenta hasta finales del siglo XX resultaba envidiable. No solo conocía las canciones, o los álbumes, era conocedor al dedillo de la vida de las bandas de rock, blues, soul, rythm & blues, y música independiente de todo el mundo. Esta afición a la música le llevó a ser protagonista de una singular aventura radiofónica acontecida en Villena a finales de los años ochenta, cuando se puso en marcha Radio Res (la radio con más leche), una emisora independiente, aupada por una treintena de personas de Villena que fue cerrada y denunciada, gracias a la insistencia de la miopía radiofónica local, que vio en aquella experiencia una amenaza. En Radio Res Amalio, en compañía de su inseparable Carlos Zapater, pudo sacar a la luz los grandes conocimientos musicales que había venido acumulando durante tantos años. Amalio y algunos más permanecieron al pie del cañón de esta emisora hasta que fue clausurada, para desgracia de la cultura alternativa de esta población.

El 24 de enero del año 2006 nos dejó, aunque sus versos y sus escritos son hoy el hilo que lo sigue manteniendo cerca de quienes disfrutaron de su amistad.