Metempsicosis

METEMPSICOSIS

Isabel García Viñao

 

Lanzo los ecos que me asaltan en los conticinios de las noches

(ladrones de la calma,

que desequilibran el alma).

Quiero apartar esos ruidos confusos de voces del pasado

y al igual que otras mujeres sigo caminando por el lado salvaje

con lianas, clemátides que en mis pies se enredan,

eléboros negros y blancos, ortigas y zarzamoras.

Son caminos que o llevan a ninguna parte sino a lamer la hiel

que se adhiere al alma, que se aloja en los surcos profundos;

Son caminos que me hacen sentir las sacudidas de los sinsabores.

Aunque hoy, por fn, consigo, ¡oh gran logro!,

que los signos de los paréntesis queden en blanco:

(                                                                                                                   ),

y no rellenos de cobardías, lloros y lamentos.

Porque…

¿¡para qué esos runrunes sombríos en la memoria!?

¿¡para qué sino para martirizar mi aliento!?

¿¡para qué sino para que la hiel me invada!?

 

Hundo mis manos en el barro de la selva

y veo indígenas que se envuelven con pieles y hojas,

en horizontes lejanos, antes inalcanzables.

Ahora soy una viajera de jungla,

de la espesura selvática que deja pasar algún rayo de luz

y que mira siempre la plenitud de las lunas nuevas.

Ahora, en la inmensidad agreste,

tejo la urdimbre, como las arañas, de unos sueños que creía inalcanzables

y de deseos que nunca he podido saciar.

 

Derribo los fantasmales techos

que no me permitían ver el brillo de las estrellas

ni su fugacidad hacia puntos cardinales nuevos.

Desplomo los muros de la soledad

que han sitiado mis venas,

y también las paredes de la soledad gregaria

con decisión, sin miedo ni desvelos.

Ahora, descubro un sol sin brotes de niebla.

 

Soy aire airoso, con alas de mariposa,

caminando por el lado salvaje:

(una transformación kafkiana)

que desviste su traje de lunares de lágrimas

y se mimetiza con el cerúleo del cielo.

Salgo de mi oscuridad con mi cabellera de lluvia peinada,

con fresco olor a lavanda y madreselva

y las gotas de esta lluvia ya no ciegan ni ofuscan

la luz que entra a través del ramaje.

 

Repliego las velas agitadas por vientos

que murmuraron y me guiaron en el pasado

y que  me llevaron a mares tenebrosos.

Ahora, prefiero esta selva, la de mi supervivencia.

Izo nuevas velas al son de mis nuevas ideas,

sin cierzos, ni levantes, ni tramontanas impuestos

y me refugio en el sol que madura las moras,

en este paraje selvático en el que se respira paz,

en ese rey amarillo penetrando a través de las hojas,

poderoso e intenso, que me hace ver la vida claridad,

y que  me tiende una alfombra dorada que riela

extendiendo bajo mis pies nuevos caminos.

Finalista IV Certamen Amalio Gran

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