Patria, ¡cuánto dolor tu ser invoca,
cuánta locura a ultranza de tus lides
erige a un hijo salvador y amante
y por secar sarmientos seca vides,
y en tu nombre se lleva por delante
las voces que ocupaban otra boca!
Y nada que se oponga a su ceguera
está a salvo de la ira vengadora,
que es tal la ira que a veces ni se espera
y tan ciega que solo se enamora
de la sangre inocente que derrama
mezclando sus ideas con metralla,
derribando murallas y personas.
Nada tan gratuito como un vil asesinato
para cambiar el curso de la Historia:
más odio, nuevos hijos a la noria
de la náusea preguntando el motivo,
evitando los ojos de la niebla
que empapa para sí todas las lágrimas:
porqué mi sufrimiento, qué memoria
rellenará el vacío de aquel hijo,
el armario del esposo, la gloria
rota de una bandera desplegada.
Esteban Torres Sagra