A DOS CENTÍMETROS DE LA RESACA
Esteban Torres Sagra
Siempre a dos centímetros de la resaca,
con un cuerpo foráneo cerca, inclinado al vicio,
cuyo nombre se diluye en tu memoria
y te produce contracciones de dolor do de placer
-nunca se distinguen sus espasmos-
en un cuarto con luz innecesaria.
Elaborando análisis en condiciones pésimas
de lo que la vida te ofrece y tú le ofreces,
un balance de pérdidas y ganancias
ocultas entre repeticiones de lo mismo,
haciendo funambulismo sobre un retrete
con el mango de un paraguas como pértiga;
porque tú ya has habitado hasta la náusea
-por supuesto sin red, sin arrepentimiento, sin estilo-
la piel tornasolada de la indiferencia
y has perdido la fe en su idiosincrasia.
Por el filo de una indecisión, hasta el extremo
de no poder volver al piso para recoger una camisa,
un teléfono, una partitura, una guitarra…
Con la excusa de una excusa tonta;
sin la escoba –o el fusil- de otro comienzo
para barrer los detritos de tu desolación
cuando ya no queda nada a qué aferrarte,
ningún oasis que vender en tu desierto,
emprendes la mudanza hacia otras lonjas
cargado de enseñanzas que se olvidan pronto
en la academia de un universo paralelo.
Aunque siempre avanzando hacia la luz
con los pasos ahorrados cuando niño,
presientes una bala apuntándote a la sien
o una mina debajo de las piedras
en los itinerarios peligrosos que visitas
para llegar hasta el fondo de un retrete
o para ver por la ventanilla de un tranvía
cómo la vida te dice adiós desde el andén
o se cruza contigo en dirección contraria.
Y tu conciencia, clavada en lo que nunca fue,
preguntándose en qué te equivocaste
-con el mango de un paraguas como pértiga-
pugna por seguir superando los límites
a dos centímetros de la resaca siempre.
Finalista IV Certamen Amalio Gran