SERENDIPIA

La voz prestada,
encogida,
discreta,
evoca tu boca dormida
como una hoja plegada,
ofrenda del viento.
Se danza iridiscente
y delicada
lasciva,
en la luz quebrada del horizonte,
al sur de nuestras espaldas.
Entre todas las voces,
la extinción y el olvido,
solo quedáis tú y tu miedo,
heridos retales de ecos vidriosos,
sol adentro.
Desmigajados de palabras sencillas,
con marzo a cuestas,
memoria de tardes perdidas
en un azar, tropiezo de vida,
la noche tibia se va acumulando,
aún desconocida.
Y en aquella
única,
rasgada y
sola
voz
encogida en el abismo,
la brisa en unos labios
sabios, violentos y fugaces,
me lastro hacia otros mundos.

Con un peso en los ojos,
agua rota,
el pulso entumecido
y la culpa arañándome el alma
vibro en tus alas,
salvaje,
maleable,
indestructible,
ancestral y sedosa.
Con el último tic tac,
tu amnistía, por fin,
y de nuevo,
otras, tantas, voces…

Nuria Clara Lara Bernácer